Junio del 2010. Reikiavik, Islandia. Un tipo sostiene el periódico en alto, plantado en mitad de la calle. Ríe, algo no demasiado habitual al enfrentarse a la sección de política. En concreto, declaraciones del candidato a la alcaldía, Jon Gnarr, vencedor de las recientes elecciones, que sin embargo no ha conseguido la mayoría absoluta y deberá pactar.
Un chaval se acerca al oír su risa, una risa de complicidad, se coloca a su lado y lee por encima del hombro. "¿Qué quiere decir que no pactará con partidos cuyos miembros no hayan visto The Wire...?".
Así es. La historia es cierta. Con matices, por supuesto. Pero lo importante es su mensaje. Qué quiere decir. Pues que todo político debería conocer la historia de Thomas Carcetti. Y todo ciudadano, por extensión.
Su historia es un historia de cambio. De esperanza. La elección de la primera fotografía no ha sido fortuita, pues los paralelismos entre Carcetti y Obama son más que notables. Los dos representan el progreso, la regeneración, gente apasionada y ambiciosa, hasta cierto punto rebelde, que un buen día desafia las reglas que parecen regir la ciudad (o el país en el caso del presidente), para demostrar que la raza no es tan importante como la ilusión. Que el sistema se puede cambiar.
Un chaval se acerca al oír su risa, una risa de complicidad, se coloca a su lado y lee por encima del hombro. "¿Qué quiere decir que no pactará con partidos cuyos miembros no hayan visto The Wire...?".
Así es. La historia es cierta. Con matices, por supuesto. Pero lo importante es su mensaje. Qué quiere decir. Pues que todo político debería conocer la historia de Thomas Carcetti. Y todo ciudadano, por extensión.
Su historia es un historia de cambio. De esperanza. La elección de la primera fotografía no ha sido fortuita, pues los paralelismos entre Carcetti y Obama son más que notables. Los dos representan el progreso, la regeneración, gente apasionada y ambiciosa, hasta cierto punto rebelde, que un buen día desafia las reglas que parecen regir la ciudad (o el país en el caso del presidente), para demostrar que la raza no es tan importante como la ilusión. Que el sistema se puede cambiar.
Y Carcetti inicia su campaña. Aburrido como concejal, harto de ver cómo nada cambia, como el alcalde actual, Royce, ignora sus propuestas, como los crímenes se suceden, la corrupción está a la orden del día, pasa a la acción. Aún a sabiendas de que las posibilidades de que Baltimore elija a un blanco son escasas, lo da todo para conseguir su objetivo. Incluso llegamos a pensar que, si este hombre llega al poder, todo mejorará. La campaña también va dirigida a nosotros, y funciona.
Sin embargo, empiezan a aparecer personajes que lo difuminan todo. No se puede romper sin más con todo lo establecido. A veces hay que ceder. Carcetti lo va viendo a la par que nosotros. Y el hombre que personifica esto no es otro que el senador Clay Davis. Este individuo sonriente y pensativo de la siguiente imagen. Parece un bonachón. Hasta que deja de serlo. Pues es el más tipo más corrupto que pulula por The Wire. Capaz de estafar tanto a Carcetti como a Stringer Bell. Y salir impune. Y enfrentarse a un juicio (con pruebas más que sólidas) y acabar siendo aplaudido. Quizá el mayor criminal que pisa Baltimore...
Pues bien, aún a pesar de todo, Carcetti acaba sentado en la silla que soñaba. Listo para cambiarlo todo, empezando por darle poder a uno de los mejores policías que hemos visto. Cedric Daniels. Le promete que se acabaron las estadísticas manipuladas, que habrá investigaciones serias y arrestos importantes. Al fin tiene las riendas, y está haciendo cambios. O eso cree... Pues todas las reformas que tenía pensadas, todos los sueños que compartió con nosotros, tienen un pequeño problema. Valen dinero. Y Baltimore está en la ruina.
Ahí empieza la debacle de Carcetti. Los recortes. La pasividad. El cambio de prioridades. Su transformación al convertirse en alcalde y ver el estado real de Baltimore es terrible. Se vuelve una sombra del que un día fue. Impotente. Rodeado de un equipo que le va guiando en pos de un futuro como Gobernador. Pero éste ya no es el hombre que admiramos, que apoyamos, que votamos incluso. Ese hombre se ha encontrado con la realidad.
Y en el momento en que Carcetti, igual que sus predecesores, acaba manipulando estadísticas, y despidiendo a Daniels, comprendemos que todo ha sido un bonito sueño. Un espejismo. Baltimore sigue, y seguirá igual. Era el camino, pero estaba lleno de rocas que Carcetti no supo esquivar. Espero que Obama, reconocido admirador de The Wire, y muchos políticos de todos los países, hayan tomado buena nota.
Sin embargo, empiezan a aparecer personajes que lo difuminan todo. No se puede romper sin más con todo lo establecido. A veces hay que ceder. Carcetti lo va viendo a la par que nosotros. Y el hombre que personifica esto no es otro que el senador Clay Davis. Este individuo sonriente y pensativo de la siguiente imagen. Parece un bonachón. Hasta que deja de serlo. Pues es el más tipo más corrupto que pulula por The Wire. Capaz de estafar tanto a Carcetti como a Stringer Bell. Y salir impune. Y enfrentarse a un juicio (con pruebas más que sólidas) y acabar siendo aplaudido. Quizá el mayor criminal que pisa Baltimore...
Pues bien, aún a pesar de todo, Carcetti acaba sentado en la silla que soñaba. Listo para cambiarlo todo, empezando por darle poder a uno de los mejores policías que hemos visto. Cedric Daniels. Le promete que se acabaron las estadísticas manipuladas, que habrá investigaciones serias y arrestos importantes. Al fin tiene las riendas, y está haciendo cambios. O eso cree... Pues todas las reformas que tenía pensadas, todos los sueños que compartió con nosotros, tienen un pequeño problema. Valen dinero. Y Baltimore está en la ruina.
Ahí empieza la debacle de Carcetti. Los recortes. La pasividad. El cambio de prioridades. Su transformación al convertirse en alcalde y ver el estado real de Baltimore es terrible. Se vuelve una sombra del que un día fue. Impotente. Rodeado de un equipo que le va guiando en pos de un futuro como Gobernador. Pero éste ya no es el hombre que admiramos, que apoyamos, que votamos incluso. Ese hombre se ha encontrado con la realidad.
Y en el momento en que Carcetti, igual que sus predecesores, acaba manipulando estadísticas, y despidiendo a Daniels, comprendemos que todo ha sido un bonito sueño. Un espejismo. Baltimore sigue, y seguirá igual. Era el camino, pero estaba lleno de rocas que Carcetti no supo esquivar. Espero que Obama, reconocido admirador de The Wire, y muchos políticos de todos los países, hayan tomado buena nota.
Carcetti es un hombre bueno, un tanto ingenuo, que acaba devorado por las entrañas de la ciudad de Baltimore.
ResponderEliminarComo bien dices, es un calco a Obama. Da verdadero miedo pensar que los políticos son simples marionetas dirigidas por las grandes corporaciones.
Otra estupenda entrada.
Un saludo.
Me alegro de que estés disfrutando estas entradas sobre The Wire tanto como yo.
ResponderEliminarA mí me está haciendo recordar mil detalles que creía olvidados u otros sencillamente memorables (el otro día tras escribir el de Bunk le acabé enseñando a media oficina el "You were very gentle").
Y por supuesto, te espero en las tres últimas entradas sobre la serie. Son las únicas que tenía decididas antes de empezar (ya debes imaginar quiénes serán), y la verdad es que tengo muchas ganas de ponerme con ellos.
Un saludo!
Yo veía a Carcetti como un buen hombre, incluso a medida que se va a acercando al ayuntamiento se va volviendo más y más moralista, pero una vez allí, se da cuenta de que no puede hacer las cosas como quiere y que se tiene que tragar aquello "cubos de mierda".
ResponderEliminarEn la última temporada realmente parece que no tenga ningún interés en solucionar nada, ser alcalde ha sido un empujón en su carrera, quiere ir más allá y cuanto antes mejor.
Por lo menos Daniels reafirma sus principios, impagable esa última escena, ya como abogado y frente a la jueza Pearlman.
Creo que estáis siendo demasiado generosos con Carcetti. No sólo es que se encontrara con la realidad, sino que luchar contra ella le habría supuesto renunciar a su futuro político. Dividido entre cambiar las cosas y dilapidar su carrera como gobernador o ponerse una venda delante de los ojos y mirar por sus intereses, eligió esto último.
ResponderEliminarConociendo a David Simon y cómo uno de los grandes temas de The Wire es la renuncia de los principios y moral frente a la presión de las instituciones, dudo que esté muy equivocado.
Otro ejemplo es Burrell, que en una escena absolutamente maravillosa deja entrever cómo la incompetencia que hemos presenciado a lo largo de cinco temporadas podría no ser realmente tal, ya que no pudo hacer nunca otra cosa que plegarse a los continuos mensajes cambiantes que desde el ayuntamiento le llegaban. Eso, o renunciar, como hizo Daniels. Por si alguien no recuerda la escena de la que hablo:
To Carcetti, I'm a hack. Royce was no different. Maybe I am, but every day they send over a new priority. "Go after the bad guys. No, change that, make quality of life cases. Get on top of the murders. On second thought, run the whores out of Patterson Park."
You think the Mayor tells the schools how to teach kids? Or the Health Department how to do it's job? Or sanitation how to pick up trash? But, get elected, and suddenly, they know police work. You might think you'll be different, when you sit here. But it won't. You will eat their shit.
http://www.youtube.com/watch?v=lt0xkap-m6Y
Te agradezco mucho haber recordado esta escena de Burrell, pues coincido contigo en que es clave para entender tanto a este personaje, como a muchos otros.
ResponderEliminarSin embargo, por esa misma razón me cuesta culpar a Carcetti. Sí, podría haber hecho mucho más, sacrificando su futuro político. Pero, ¿acaso le hubieran dejado? ¿Acaso tenía medios reales para cumplir todo lo prometido, si decidía tirar por ese camino?
La decisión final de Carcetti no será heroica, pero es que en The Wire no hay héroes. Él simplemente se comporta como un ser humano, idealista, con la idea de un mundo mejor, pero al final acaba cediendo ante las presiones, ante la realidad. Quizá se necesitaba un hombre más valiente.
Al fin y al cabo, así como dices que la escena de Burrell puede dejar entrever que no es un incompetente, si lo piensas, también él podría haberse rebelado. En realidad Carcetti y él no son tan diferentes.
Y es que para mí uno de los mensajes de The Wire es que el sistema está tan podrido, de raíz, que acaba absorbiendo cualquier foco de rebeldía o intento de mejora. Quizá me equivoque, pero yo me quedé con la sensación que Carcetti quería, pero no pudo.
Hmm. Clay Davis, que crack. Para mi gusto el personaje menos vvalorado de The Wire. Empiezas odiándole pero al final, le coges cariño. A mí me parecía el reverso de altos vuelos de Omar, en vez de robar a traficantes, robaba a políticos. Me encanta cuando le cuenta a Lester como había robado a un tal Bell, dejándole alucinado. además, es el único ser "malo" (en una serie tan ambivalente como The Wire") que se sale con la suya...
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