Toda ciudad tiene sus leyendas. Nombres que se pronuncian a media voz en callejones oscuros, por gente de la peor calaña, con una mezcla de temor, admiración y, desde luego, fascinación absoluta. Historias que bordean la fina línea de la realidad, que se alimentan de la superstición y que acaban imponiéndose y calando hondo.
Nos detenemos junto a una pandilla de traficantes que aguardan en un portal, sentados en los escalones. Charlan de cualquier tema, animados, risueños, ligeramente engreídos. Y de repente surge el nombre de Omar Little. Todos callan. No hay nada que decir. Desvían la mirada hacia cualquier parte para que no veamos el terror que asoma en el fondo de sus ojos.
Inmediatamente aumenta nuestro interés. Preguntamos, insistimos, pero nadie quiere explicarnos quién es Omar. Sin embargo, ya es tarde para nosotros, pues una vez que hemos oído su nombre, una vez que intuimos lo que representa en esta ciudad, no vamos a parar hasta saberlo todo de este ambiguo héroe de rostro rasgado.
Nos detenemos junto a una pandilla de traficantes que aguardan en un portal, sentados en los escalones. Charlan de cualquier tema, animados, risueños, ligeramente engreídos. Y de repente surge el nombre de Omar Little. Todos callan. No hay nada que decir. Desvían la mirada hacia cualquier parte para que no veamos el terror que asoma en el fondo de sus ojos.
Inmediatamente aumenta nuestro interés. Preguntamos, insistimos, pero nadie quiere explicarnos quién es Omar. Sin embargo, ya es tarde para nosotros, pues una vez que hemos oído su nombre, una vez que intuimos lo que representa en esta ciudad, no vamos a parar hasta saberlo todo de este ambiguo héroe de rostro rasgado.
La cicatriz que cruza su rostro es uno de sus elementos característicos, lo primero de lo que atreven a hablar estos chavales que seguramente nunca lo han visto excepto en sus peores pesadillas. Lo siguiente es su capacidad de aparecer y desaparecer, de surgir de la nada con su inseparable pistola que no tiene reparo alguno en utilizar. Se miran entre sí y gruñen y le insultan en voz baja. Una palabra se repite con más asiduidad que el resto. Faggot. Y es que el hombre que atemoriza a todo Baltimore es homosexual. La humillación se lee en los rostros de estos supuestos tipos duros.
Le preguntamos si Omar es un héroe o un asesino más. Robin Hood o un vulgar ladrón que usa el terror para imponerse sobre los demás. Bunk ríe. ¿Un héroe? Joder, Lester es un héroe, dice, sacudiendo la cabeza. Lester Freamon. Incluso Jimmy, a su manera. Ir a hablar con alguno de ellos, sabréis lo que es un verdadero héroe. Omar no. Omar es otra cosa.
¿Por qué le admiras, entonces?, preguntamos. Es evidente que lo hace, tal y como habla. Pero es incapaz de explicarlo. Farfulla, nos dice que el tipo les ayudó en una investigación, en el caso Barksdale. Que respeta a los hombres con un código. La realidad, intuimos, es que, igual que nosotros, le fascina la extraña dualidad que rodea la figura de Omar. Su ambigüedad moral.
Oímos entonces su historia con Stringer Bell. El todopoderoso Stringer Bell, del que ya sabemos bastante, que acabó frente al cañón de Omar. Nunca le pudieron condenar por ese asesinato. Ni por ese ni por todos los otros. Nadie en Baltimore se hubiera atrevido a testificar en su contra.
Como parece que poco más sacaremos de estos chavales, buscamos información donde podemos. No muchos se atreven a hablar de él. Y acabamos sentados junto a un personaje ya conocido, que se ofrece a recibirnos en la misma comisaría. Nos dice que él es una de las pocas personas que llegó a conocer a Omar. Que no compartía sus métodos, pero que le respetaba. No es otro que el detective con el que compartimos copas no hace tanto. Bunk Moreland.
Fueron al mismo colegio. Bunk nos habla de su familia. Nos dice que Omar tiene un hermano, Anthony, encarcelado por robar una joyería. También que, una vez al mes, se le puede ver acompañando a su abuela a misa. Fruncimos el ceño. Este no es el hombre que imaginábamos. Bunk se encoge de hombros. Qué esperábas, dice. Es un cabrón que roba a los traficantes. Un tipo con un código que sigue a pies juntillas. Sólo ir tras los que "están en el juego". Pronuncia esa última expresión, "in the game", con una media sonrisa, mientras fuma el enésimo puro del día.
Fueron al mismo colegio. Bunk nos habla de su familia. Nos dice que Omar tiene un hermano, Anthony, encarcelado por robar una joyería. También que, una vez al mes, se le puede ver acompañando a su abuela a misa. Fruncimos el ceño. Este no es el hombre que imaginábamos. Bunk se encoge de hombros. Qué esperábas, dice. Es un cabrón que roba a los traficantes. Un tipo con un código que sigue a pies juntillas. Sólo ir tras los que "están en el juego". Pronuncia esa última expresión, "in the game", con una media sonrisa, mientras fuma el enésimo puro del día.
Le preguntamos si Omar es un héroe o un asesino más. Robin Hood o un vulgar ladrón que usa el terror para imponerse sobre los demás. Bunk ríe. ¿Un héroe? Joder, Lester es un héroe, dice, sacudiendo la cabeza. Lester Freamon. Incluso Jimmy, a su manera. Ir a hablar con alguno de ellos, sabréis lo que es un verdadero héroe. Omar no. Omar es otra cosa.
¿Por qué le admiras, entonces?, preguntamos. Es evidente que lo hace, tal y como habla. Pero es incapaz de explicarlo. Farfulla, nos dice que el tipo les ayudó en una investigación, en el caso Barksdale. Que respeta a los hombres con un código. La realidad, intuimos, es que, igual que nosotros, le fascina la extraña dualidad que rodea la figura de Omar. Su ambigüedad moral.
Oímos entonces su historia con Stringer Bell. El todopoderoso Stringer Bell, del que ya sabemos bastante, que acabó frente al cañón de Omar. Nunca le pudieron condenar por ese asesinato. Ni por ese ni por todos los otros. Nadie en Baltimore se hubiera atrevido a testificar en su contra.
¿Y cómo acabó?, preguntamos. Bunk sacude la cabeza. No responde al principio. Estas nuevas generaciones..., murmura. No tienen respeto por nada. Un chaval, un niño. Nadie. En mitad de su guerra abierta con Marlo, apareció y lo liquidó. Sin más. Sin importarle a quién estaba disparando, o quizá por eso. Pequeño gilipollas, confesó él mismo años más tarde, supongo que para ganarse el respeto de los demás pandilleros. No fue un gran final para Omar, remata, algo melancólico.
Pero yo vengo de la calle, le digo, y he visto el terror al mencionar su nombre. He visto también el respeto y la admiración en otros. En el tuyo. No importa su final. Creo que empiezo a entender quién fue Omar. No es un héroe. Es algo mucho mayor. Es un símbolo.
Pero yo vengo de la calle, le digo, y he visto el terror al mencionar su nombre. He visto también el respeto y la admiración en otros. En el tuyo. No importa su final. Creo que empiezo a entender quién fue Omar. No es un héroe. Es algo mucho mayor. Es un símbolo.
Omar es el alma de The Wire, uno de los momentos que mejor muestra lo que sienten por él es cuando va a comprar cereales en pijama, sin arma y sin intención de nada más y todo el mundo huye.Omar es lo más grande
ResponderEliminarQuizá una de las cosas que hacen tan impresionante a esta serie es que un personaje como Omar, que le da veinte vueltas en personalidad e interés a protagonistas de tantas otras, se pueda considerar casi secundario (aunque se adueña de cada plano donde aparece o incluso donde se le menciona...)
ResponderEliminarQue obra maestra The Wire. Omar simplemente traspasa la pantalla, el criminal con codigo, el que nunca levantaria la mano contra un ciudadano. Siento una gran pena por la gente que no ha vista esta serie ni la verá por que en definitiva es densa y minoritaria, exigiendo un esfuerzo por parte del receptor de meterse en la trama muy poco a poco.
ResponderEliminarThe wire esta a años Luz de otras series policiales. Sin mas, quien la haya visto lo sabe. Y Omar,en otras series, sería un personaje de segunda que lo mataria un polícia, con una flor en el culo, pero en The Wire ni es necesario policias que aciertan todos los tiros, ni persecuciones por toda la ciudad, ni toda esa mierda que nos meten en estúpidas series, donde tienen que recordarte una y otra vez, quien es el bueno y quien es el malo. Personsajes como este, tan cuidados y elaborados, convierten a la serie en una obra maestra.
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