Nadie hubiera dicho, la primera vez que vemos este rostro, que Prez acabaría siendo, con el paso de los años, un hombre más que respetado que se ganaría a pulso una mención por encima de otros compañeros que quizá prometían más. Pero así es la vida, y así es The Wire.
La historia de Prez es una historia de crecimiento. Como profesional, pero sobre todo como persona. La evolución desde unos inicios en los cuales no es más que un estorbo que debe soportar la recién entrenada Unidad de Delitos Mayores, impuesto debido a las influencias de su suegro, hasta su paulatina consolidación como uno de los mejores investigadores de Baltimore.
Una gran historia sobre el descubrimento de la vocación. Sobre la pasión por el trabajo y finalmente, sobre el reciclaje y la madurez. Eso y mucho más es la historia del señor Prez.
Un hombre perdido. Eso tenemos delante cuando le conocemos. Perdido y arrastrado en contra de su voluntad a un sótano polvoriento donde se reúnen los parias del departamento para iniciar una investigación de la que nadie espera nada. Enfrentándose repetidas veces a su superior, Cedric Daniels, debido a su poca disciplina y su escaso respeto por las armas de fuego.
Sin embargo, la persona que cambiará la vida de Prez tiene nombre y apellidos, y aunque volveremos a hablar de él y a seguirle y a conocerle bien, pongámonos en pie un momento al pronunciar su nombre. Lester Fremont. De él aprende esta bala perdida lo que es el verdadero trabajo policial. El proceso de recolectar pruebas, esperar, aferrarse al menor detalle. Y le encanta.
Empieza a dedicarse en cuerpo y alma a ese trabajo invisible, farragoso, en el que se mueve como pez en el agua. Contemplarle es un deleite pues vemos un hombre realizado. Empiezan a valorarlo como lo que realmente es, un grandísimo policía, sólo que no el tipo de policía que todos (incluso él) habían creído hasta entonces.
Gran parte de los éxitos de la Unidad durante los primeros años llevan su sello. Su ingenio e inteligencia tranquila puestos al servicio de la ley parecen haber colmado todas sus expectativas, pero un desafortunado accidente, de nuevo con el que siempre ha sido su archienemigo, las armas de fuego, le sumerge en una espiral absurda de acusaciones infundadas. Ni su suegro, ni su jefe, Daniels (que ahora ya no lo defiende por obligación, ni mucho menos) pueden hacer nada. Prez debe abandonar su vocación.
Y sin saberlo acaba de dar el paso decisivo en su vida y en su carrera. No lo sabe todavía cuando se planta en el aula desierta, en su primer día como profesor auxiliar, pero pronto se dará cuenta. Pues está a punto de dejar de perseguir delincuentes para plantarse frente a los chavales que poblarán las esquinas en pocos años, e intentar ayudarles a encontrar un futuro mejor.
En la escuela el bueno de Prez empieza a comprender, al fin, cómo funciona de verdad Baltimore, igual que nosotros vislumbramos el nacimiento de las bandas, de la violencia, de las jerarquías callejeras que tienen su reflejo entre estas cuatro paredes. De aquí surgieron todos. Todos tuvieron una oportunidad, y la desaprovecharon.
También aquí tendrá frustraciones. No sólo al ver impotente cómo las circunstancias pueden con algunos de sus alumnos, a los que no será capaz de salvar de la calle, de la droga. También al comprobar lo ciegos que están muchos policías. Lo poco que comprenden la base, los cimientos de su propia ciudad.
Y así, con sus métodos más o menos ortodoxos de enseñanza (personalmente me parecen algo simplistas, pero alabo su voluntad de motivar como sea), Prez se va a convertir en un profesor respetado al que podemos dejar tranquilo, podemos perderle de vista sin pesar alguno pues sabemos que estará bien, que al fin ha encontrado su lugar.
Una gran historia sobre el descubrimento de la vocación. Sobre la pasión por el trabajo y finalmente, sobre el reciclaje y la madurez. Eso y mucho más es la historia del señor Prez.
Un hombre perdido. Eso tenemos delante cuando le conocemos. Perdido y arrastrado en contra de su voluntad a un sótano polvoriento donde se reúnen los parias del departamento para iniciar una investigación de la que nadie espera nada. Enfrentándose repetidas veces a su superior, Cedric Daniels, debido a su poca disciplina y su escaso respeto por las armas de fuego.
Sin embargo, la persona que cambiará la vida de Prez tiene nombre y apellidos, y aunque volveremos a hablar de él y a seguirle y a conocerle bien, pongámonos en pie un momento al pronunciar su nombre. Lester Fremont. De él aprende esta bala perdida lo que es el verdadero trabajo policial. El proceso de recolectar pruebas, esperar, aferrarse al menor detalle. Y le encanta.
Empieza a dedicarse en cuerpo y alma a ese trabajo invisible, farragoso, en el que se mueve como pez en el agua. Contemplarle es un deleite pues vemos un hombre realizado. Empiezan a valorarlo como lo que realmente es, un grandísimo policía, sólo que no el tipo de policía que todos (incluso él) habían creído hasta entonces.
Gran parte de los éxitos de la Unidad durante los primeros años llevan su sello. Su ingenio e inteligencia tranquila puestos al servicio de la ley parecen haber colmado todas sus expectativas, pero un desafortunado accidente, de nuevo con el que siempre ha sido su archienemigo, las armas de fuego, le sumerge en una espiral absurda de acusaciones infundadas. Ni su suegro, ni su jefe, Daniels (que ahora ya no lo defiende por obligación, ni mucho menos) pueden hacer nada. Prez debe abandonar su vocación.
Y sin saberlo acaba de dar el paso decisivo en su vida y en su carrera. No lo sabe todavía cuando se planta en el aula desierta, en su primer día como profesor auxiliar, pero pronto se dará cuenta. Pues está a punto de dejar de perseguir delincuentes para plantarse frente a los chavales que poblarán las esquinas en pocos años, e intentar ayudarles a encontrar un futuro mejor.
En la escuela el bueno de Prez empieza a comprender, al fin, cómo funciona de verdad Baltimore, igual que nosotros vislumbramos el nacimiento de las bandas, de la violencia, de las jerarquías callejeras que tienen su reflejo entre estas cuatro paredes. De aquí surgieron todos. Todos tuvieron una oportunidad, y la desaprovecharon.
También aquí tendrá frustraciones. No sólo al ver impotente cómo las circunstancias pueden con algunos de sus alumnos, a los que no será capaz de salvar de la calle, de la droga. También al comprobar lo ciegos que están muchos policías. Lo poco que comprenden la base, los cimientos de su propia ciudad.
Y así, con sus métodos más o menos ortodoxos de enseñanza (personalmente me parecen algo simplistas, pero alabo su voluntad de motivar como sea), Prez se va a convertir en un profesor respetado al que podemos dejar tranquilo, podemos perderle de vista sin pesar alguno pues sabemos que estará bien, que al fin ha encontrado su lugar.
A ver si me pongo al día con tus estupendos análisis, Jordi.
ResponderEliminarPrez es un personaje muy interesante porque, además, es el alter ego de Ed Burns: primero policía y, después, profesor de escuela. Yo creo que por eso está tan bien trabajado su personaje: respira vida.
Es un perdedor que apenas obtiene redención. La dureza de su fracaso con Dukie es demoledora, ¿no? Y, como bien dices, está en un terreno donde casi nunca va a poder ganar: todo el desastre de Baltimore se fragua en la escuela, impotente. A mí por eso me parece la cuarta temporada la más dura...
Sí, la cuarta temporada es bastante dura, tanto por Dukie (el caso más claro) como por Randy, que tampoco tiene un buen destino por confiar en Prez...
ResponderEliminarEl cambio que se debería hacer en las escuelas es tan grande que un solo hombre sólo puede aportar su granito de arena, aceptando que a veces fracasará. Creo que Prez lo entiende y aunque no ha podido ayudar a casi nadie en esta temporada, me parece que ha madurado lo suficiente como para poder ayudar a muchos otros en el futuro.
Por cierto, lo que comentas de Ed Burns... interesante. También me han hecho otra referencia a Walon en otro post, y creo que haré un último post después del de los personajes con los casos de personas reales que se ven en la serie.
Saludos!
Cité algunos de esos trasvases entre realidad y relato aquí, si te interesa, Jordi:
ResponderEliminarhttp://diamantesenserie.blogspot.com/2009/10/el-realismo-segun-wire-y-otras.html
El resto los recopilé en un artículo para un libro. Te puedo enviar el artículo por correo-e.
Abrazo.
Muy interesante post, y si me puedes enviar el artículo, desde luego me harías mucho más fácil la investigación!
ResponderEliminarMi mail es jordi.dltl@gmail.com
Intentaré enfocarlo de alguna forma remotamente original, ya que si no sería poco más que una versión del tuyo xD
Gracias!
Otro de mis personajes favoritos, además destacaría la labor de Jim True, el actor que le da vida, a veces uno parecía entrever lo que su cabeza maquinaba. Como dices era impensable predecir la forma en que iba a evolucionar, un policia impulsivo y torpe, con una mala relación con las armas, que luego se convierte en un investigador de primera y termina como profesor.
ResponderEliminarLamenté mucho que no tuviera más peso en la quinta temporada, su aparición es casi simbólica y además para darle una despedida triste con la historia de Dukie, con el que poco más podría haber hecho.
Por cierto, la historia de Dukie me sabía a Boobles, igual que Michael se convierte en un incipiente Omar, como un nuevo ciclo en el que la gente va y viene con los mismos problemas.
Igual que el paralelismo Michael-Omar sí que queda claro, no había pensado en Dukie como un nuevo Bubbles, la verdad... Interesante idea. Y sí, los chavales no son más que un reflejo de los mayores. Todo cambia para que todo siga igual!
ResponderEliminar"Todo cambia para que todo siga igual", qué bien visto.
ResponderEliminarYo añadiría (a los Michael/Omar, Bubbles/Dukie) otros ciclos trágico que se renuevan:
-Sydnor es un nuevo McNulty: de hecho, acaba como empezó él, hablando con el juez... pero esta vez para capturar a Marlo.
-Randy, si sobrevive, se convertirá en un nuevo Partlow o algún otro matón, tras la dureza de su paso por el correccional.
El juego de espejos se puede extender, supongo, a otros muchos personajes: Alma/Haynes, Pearlman/Phelan, Namond/Colvin y así. Eso: "todo cambia para que todo siga igual".
La verdad es que podrían haber estirado la serie cuanto hubieran querido, porque los personajes entraban y salían de las tramas manteniendo siempre el interés, de repente aparecían después de tres o cuatro temporadas otros tantos personajes nuevos, pero a la vez carismáticos, en cierto modo ninguno era del todo imprescindible dentro de la serie, pero a la vez todos lo eran.
ResponderEliminarhubieramos agradecido como mínimo un par de temporaditas más.
Sí que se queda uno con la sensación de que había material para más... pero hay demasiados casos de series que han flojeado por alargarlas en exceso. El final de The Wire para mí es perfecto (tan perfecto como puede ser algo tan y tan realista), y lo deja como una obra redonda.
ResponderEliminarRealmente, para mí, el final más trágico de la serie es el de Dukie. Un chico bonachón, inocente, que lucha como puede para salir adelante, buscando trabajo donde puede (por cierto, gran momento en el que entra en la tienda de deportes y aparece Poop, ¿se escribe así?). No creí que fuese a acabar así, incluso esperaba que se quedara con el hermano de Michael. Que injusto me pareció su final, pero a la vez que realista.
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