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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Damages se condena al olvido

  El final de una serie es un momento crítico. Todo lo anterior queda en suspenso, todo será juzgado de nuevo en relación con los últimos minutos, por muchas temporadas que arrastre a las espaldas, por muchos grandes momentos que nos haya dado. Los ejemplos son muchos y variados. El más obvio, el de Lost, que consiguió hundir la serie hasta el punto de que pocos son los que la recomiendan a día de hoy. El caso inverso, Six Feet Under, que elevó la creación de Alan Ball hasta cotas de genialidad jamás alcanzadas en el panorama televisivo. Esta semana pudimos disfrutar del esperado final de Damages , una serie a estas alturas bastante minoritaria (con bastante razón muchos la han abandonado), pero con suficiente interés, sobre todo por sus protagonistas, como para mantenernos a unos pocos enganchados y expectantes hastas el último minuto. Y quizá ese es el problema. Que siempre esperé más de lo que Damages dio . Siempre pensé que detrás de los engaños, de las triquiñuelas de gui

A la sombra de las muchachas en flor

Dejándonos llevar por la corriente del embravecido río que es esta monumental obra, dejamos lentamente atrás la infancia del joven y enfermizo e hipersensible Proust, sus días en Combray, sus largos y solitarios paseos, para zambullirnos en el principio de su adolescencia . A la sombra de las muchachas en flor nos narra con el obsesivo detalle al que ya nos hemos acostumbrado, con ese estilo magnífico y casi excesivo que convierte en insulsas a la mayoría de novelas (cuesta imaginar un libro mejor escrito), el primer gran amor de Proust, Gilberta Swann, a la que ya conocíamos del primer volúmen . Pero como todo se acaba difuminando, e incluso las pasiones más fuertes pocas veces resisten el paso del tiempo y las casi siempre absurdas acciones humanas, al final (o eso parece) de esta relación le seguirán unos meses en el balneario de Balbec , donde conocerá a las muchachas en flor que anuncia el título. Tras el relativo fracaso del primer volumen, que Proust tuvo que publica

Breaking Bad, lista para sentencia

  Perfilándose en el horizonte vemos su silueta. Le reconocemos al momento, caminando solitario en un desierto de colores saturados, oculto bajo su sombrero negro. Es Heisenberg . La leyenda de la polvorienta franja fronteriza, como si acabara de surgir de un suavizado libro de Cormac McCarthy. Es Breaking Bad, que se acerca, que se impone, un verano más, y nos regala, esta vez, en su quinta temporda, ocho capítulos sin desperdicio alguno, primera parte del fin de una historia de la que ya no podemos despegar la mirada, ni aunque quisiéramos. La evolución de ese personaje magnífico que es Walter White, historia viva de la televisión , ha alcanzado su cénit. El camino se ha completado y aquel lejano profesor de química ya ha llegado tan lejos como alguna vez pudo soñar, en la época en que preparaba su Blue Meth en la caravana junto a su alumno Jesse. Él y la serie han cambiado tanto que ya casi no son reconocibles. Sin embargo, y a pesar de que a estas alturas el avance