Crecer. Madurar. Luchar. Abrirse camino a través de la densa niebla que empaña el futuro, entre las voces familiares o anónimas que nos llaman, que nos guían sin preguntar, que nos mandan mensajes contradictorios. Abrir los ojos. Eso es crecer. Eso es madurar. Dar los primeros pasos, con miedo, con incertidumbre. Atreverse.
No es fácil. Es doloroso. Y nadie puede acompañarte en ese viaje. Pero es una lucha necesaria, ya que rehuírla, dejarse llevar, aceptar con la cabeza gacha las absurdas imposiciones que llegan de todas partes, es la forma más cómoda y sencilla de alejarse para siempre de cualquier atisbo de felicidad.
Y ésa es la lucha de Claire. La lucha para descubrir quién es. Quién quiere ser. Una lucha por afirmarse como persona. Una lucha sin fin, extenuante. Sin posibilidad de victoria la mayoría de las veces. Pero tras cada golpe recibido, cada vez que esta chiquilla pelirroja, perdida, asustada, se levanta y lo vuelve a intentar, vemos que ha valido la pena.
Analizar la relación con su familia es imprescindible para comprenderla. Así como el hecho de vivir rodeada de muerte, de una trascendencia que da un significado completamente distinto a muchas situaciones cotidianas. Hija menor de tres, siempre la pequeña, siempre la última en todo. La última en despertar. Vagamente consciente de los errores que han cometido sus hermanos, cuando la conocemos parece tener miedo de emprender su propio viaje.
También sus relaciones son dignas de estudio. Siempre buscando algo más. Todas sus parejas, sus amigos, están fuera de la normalidad. Atraída por la singularidad, en cualquiera de sus formas. Tanto su novio delincuente (Gabriel), como el genio desquiciado (Russell), rematando con el enfermizo y fascinante Billy. El patrón es innegable (poco sutil, a decir verdad).
Pero Claire no se define por su familia o por sus amigos, o novios. Claire poco a poco se va erigiendo en una persona independiente, no la sombra rojiza sentada en la cocina desayunando, o la hermana pequeña o la hija descarriada. Claire se encuentra a sí misma en el arte, en la fotografía. Encuentra algo que la hace especial, que la hace feliz. Pero tomar ese camino no será, en absoluto, fácil.
Para muestra, una de mis escenas predilectas de la serie, leve y convenientemente disporsionada según mi memoria y la impresión que produjo en mí.
Tiene lugar en la cocina, punto neurálgico de la serie. Los protagonistas, Claire y su tía Sarah. Ésta última, viendo llegar a su sobrina, exhausta, del trabajo en el que se marchita día tras día, le pregunta si ya no se dedica al arte. Claire le responde que no, que está seca desde hace tiempo. Sarah, meditando, sentencia: quizá nunca fuiste una artista. Y ante el consiguiente enfado de Claire, su respuesta, que me dejó meditando mucho más de lo que duró el capítulo. "Si lo fueras, no te habrías enfadado como lo acabas de hacer. Es como si ahora llegara yo y te dijera que eres de color lila. No te enfadarías. Te reirías. Si fueras una artista, te estarías riendo de mí".
Esa escena, en mi opinión, resume la historia de Claire. La creencia, tanto suya como del entorno, de que es sencillo, natural incluso, definirse como persona. Una creencia absolutamente falsa. Sarah representa todas aquellas personas que miran a los demás y los reducen a una palabra. Todas esas personas deberían ver Six Feet Under, y empezar a vislumbrar lo maravillosamente complejos que somos.
Que bello análisis haces de Claire. Acabo de terminar de ver la serie completa hace como una hora y aun me da vueltas en la cabeza, he visto el final una y otra vez y es que hay tanto por comprender y tanto que se ha hecho tuyo a lo largo de las 5 temporadas que trato de entender que me dejó.
ResponderEliminarEs difícil pensar que es ficción lo que vi, pero es que siento que atraviesa esa barrera y que la forma en que han ingresado en mi los personajes y sus historias no son casualidad y están ahí porque tienen mucho que decirme, tal cual lo haces tú al hablar del sentido de pertenencia e identidad que Claire va desarrollando.
Un saludo desde Chile.