Publicada en 1973, inclasificable, obscena, incomprensible, fascinante e inspiradora a partes iguales, El arcoíris de la gravedad, obra cumbre del misterioso y genial Thomas Pynchon, es una novela de la que se ha hablado largo y tendido a lo largo de los años.
Desde que el jurado del premio Pulitzer la rechazara, escandalizado, dejando sin embargo el premio desierto ese año en un gesto más que elocuente. Ganadora del prestigioso National Book Award, que Pynchon rechazó, enviando un payaso en su lugar. Siempre se habla del esquivo autor, de su controversia, de la prosa recargada y las metáforas imposibles, y sobre todo, de los pasajes de pederastia y coprofagia. Sí, has leído bien. Se habla de sus mil páginas, de los intentos frustrados de leerla, peregrinos desesperados siempre perdiéndose a mitad del camino.
Tras finalizar un tortuoso viaje a través de sus páginas del que he salido maravillado, deslumbrado y por qué negarlo, totalmente desorientado, creo que es necesario explicar por qué, a pesar de todo, se habla de una novela así. Por qué los lectores, década tras década, se ven atraídos por este faro literario sin parangón.
Esbozar un argumento de esta obra es absurdo, pues hay mil ramificaciones de temas varios, a cuál más tangencial, crucial o quién sabe qué pinta ahí, pero sigamos el canon (así sonreiréis los lectores como yo lo hice, pensando, bueno, si tú dices que va de eso...), y digamos que El arcoíris de la gravedad es una novela ambientada en la Segunda Guerra Mundial, que sigue las andanzas del teniente Tyrone Slothrop desde un Londres en plena psicosis por la lluvia de bombas a una Alemania surrealista donde el absurdo de la guerra se hace patente de forma magistral, y donde el mismo protagonista se convierte en una especie de ser mitológico (Rocketman) que aparece y desaparece y va teniendo encuentros de lo más variopintos.
Quién es Slothrop. Ah. La gran pregunta. Podríamos hablar de los experimentos que sufrió, de la curiosa reacción de sus órganos sexuales ante la cercanía del Imipolex G, un plástico usado para la fabricación de cohetes. Podríamos decir que es enviado a Europa, con propósito apenas conocido, manipulado y guiado por manos invisibles para adentrarse en el corazón de Alemania y localizar el misterioso Schwarzgerät ("aparato negro"), y por ende, el cohete con número de serie 00000.
Pero dónde quedarían tantas otras tramas y personajes si dijéramos que El arcoíris de la gravedad es eso... Parecería que es un libro donde se presenta un protagonista que crece y avanza en pos de un objetivo. Parecería que hay un protagonista. O una trama.
Este libro es obra cosa. Este libro es el mayor y mejor ensayo sobre la locura jamás realizado, sobre el efecto de la guerra en las personas, víctimas y verdugos, inocentes y criminales, magistralmente retratado en la incertidumbre de esa Londres cuyos habitantes viven su día a día desquiciados, sabiendo que sólo oirán la bomba cuando ya sea demasiado tarde, cuando ya haya caído, con los cambios que eso provoca en su psicología, en su sexualidad, en cada aspecto que los moldea como seres humanos.
Es la reescritura de la historia oficial. Es la historia que nunca ocurrió, pero que parece más real, más plausible, que cualquier libro de hechos fríos. Desde la reinvención de Hansel y Gretel a ese deliciosa y retorcida historia sobre el ingeniero que recibe la visita anual de su hija, recluida en un campo de concentración, hasta que descubre que no es su hija, y se convierte en su amante.... La historia de los hereros y el Schwarzkommando, todas las teorías conspiratorias que embriagan a los personajes, Ellos, contra los que luchamos, que nos mueven pero que al final son un reflejo de nosotros mismos. "La Visitación Blanca", Jessica y Roger Mexico, la historia de amor que fluye por las páginas, y el desquiciamiento final de éste...
Todos personajes que andan en una espiral de locura que ya forma parte de ellos, de la que no podrán librarse jamás, sólo aceptarla y sumarse a la fiesta de la paranoia al ritmo de alguna de las centenares de canciones que incluye Pynchon en sus páginas. Adentrarse en El arcoíris... es escarbar en lo peor del ser humano, es entender por qué ocurrió lo que ocurrió durante aquellos años, cosa que centenares de miles de libros fracasan a la hora de explicar. Es llegar a un fragmento en el que un personaje menciona unos juicios que se están realizando en Nuremberg, y ponerte en la piel del que se pregunta qué o a quién estarán juzgando allí. Tanto hemos visto, de todos los bandos. Entonces entendemos la historia que estamos leyendo. Entendemos qué es la literatura, y hasta dónde puede llegar.
Por lo tanto, tal y como afirma esta utilísima guía (eternamente agradecido a su autor), cualquier descripción de los hechos y sucesos que fluyen por estas páginas como duendecillos traviesos puede ser tan útil para seguir el libro como inútil para sustituir su lectura.
Así que en estas últimas líneas sólo me inclinaré ante este absoluto genio, y le agradeceré lo que ya me ha enseñado, y lo que va germinando en una lenta cocción. Thomas Pynchon. El arcoíris de la gravedad. Aplausos que forman ecos que refractan y chocan entre sí y se extienden hacia la eternidad...
PD: Cualquier pynchoniano/a que haya leído el libro y le apetezca discutirlo más en profundidad, no dudéis en contactarme!
No comparto en absoluto lo que la mayoría suele decir -o tópicamente repetir-: que Pynchon es un genio.
ResponderEliminarA mí me parece un imbécil con virtuosas habilidades para la escritura (que no literatura)