Desde hace tiempo se hacía necesario incluir a BoJack Horseman en el catálogo de recomendaciones del blog. La mejor serie de Netflix para un servidor, y una de los mejores que hoy en día puede disfrutarse entre la amplísima (¿excesiva?) oferta, y que nos hace descartar joyas como ésta por ser de animación. Con 5 temporadas a sus espaldas, y las que le quedan, se ha erigido por méritos propios en mi gran debilidad.
Definir esta serie, etiquetarla, es una tarea tan absurda como hacerlo con otras que ya forman parte del imaginario colectivo. Mad Men va sobre publicistas. Los Soprano sobre mafiosos o Six Feet Under sobre una funeraria. Entonces Bojack Horseman es una serie de dibujos sobre un caballo que es una antigua estrella de televisión.
Pero si todas las otras son lo son, es porque partiendo de ahí, llegan a lugares donde sólo una extrema sensibilidad o quizá el genio pueden llegar. Y pulsan teclas que sólo las grandes obras, las inmortales, se atreven a tocar. BoJack Horseman, sin duda, ya es una de ellas.
La serie utiliza como punto de partida el ocaso de la carrera de una antigua estrella televisiva de los 90 (Horsin' Around, ABC) para hacer un estudio con abundantes capas y matices sobre la depresión. O eso parece a juzgar por la evolución de un personaje que intenta de mil maneras aferrarse a una felicidad que para él, igual que para muchos, es una idea esquiva que se desvanece ante la realidad de la vida. Donde es mucho más fácil rendirse ante esa vocecilla interior que nos martillea incesantemente.
Pero la serie es mucho más. Alejándose de la dinámica de la mayoría de series de animación, en la que se suceden gags e historias autoconclusivas, la trama de BoJack Horseman es un fluir continuo en el que las vidas de los personajes siguen su propio camino, a veces confluyendo, a veces avanzando en paralelo por sendas más o menos triviales, otras confluyendo de forma magistral.
A medida que vamos adentrándonos en el mundo que nos plantea la serie, donde humanos conviven con animales en perfecta armonía, y nos acostumbramos a los matices, a un humor a veces burdo, a veces sutil (debo reconocer que me costó un poco entrar en su dinámica, para convertirme en un devoto allá por la segunda temporada) y a los comportamientos de cada cual, vemos que BoJack es una serie sobre cómo afrontar la vida.
Al final, todo es cuestión de con qué ánimo nos levantamos cada mañana, qué cara decidimos poner al salir a la calle y cómo decidimos relacionarnos con los demás.
Una cabecera que no me canso de ver, referencias a la cultura pop y no tan pop (¡J.D. Salinger!), diversión, emoción, escenas que una vez vistas llevas contigo para siempre, y la ocasional sensación de que la serie me habla directamente a mí (o de mí). Reflexiones, gags, y destellos de pura verdad.
Bojack Horseman es un milagro. Disfrutémoslo.
No podría estar más de acuerdo con esta descripción y con las sensaciones que esta serie nos proporciona!!!!
ResponderEliminarGracias por pasarte y me alegro que compartamos la opinión sobre esta obra de arte! Grande Bojack! Un saludo!
EliminarEs una verdadera joya está historia y nunca pensé que amaría tanto a una gata antropomorfa como a la Princesa Caroline.
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