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Mostrando entradas de agosto, 2011

True Blood, o el todo vale

Comentadas ya tres de las cuatro series que han vuelto este verano, llega el turno de la más absurda, excesiva, la más inclasificable, la más compleja de defender o incluso de analizar . El placer culpable de muchos. True Blood. Algunos se preguntan qué hace Alan Ball derrochando su talento en esta serie. A decir verdad, me encuentro entre ellos la mayor parte del tiempo. Sin embargo, entrever de tanto en tanto muestras de su genialidad en alguna escena, en algún momento puntual, para mí bastan para seguir viéndola. Ni siquiera intentaré defenderla. La mía ha sido una relación de amor y odio con True Blood durante sus primeras tres temporadas, y ahora con la cuarta está ocurriendo lo mismo. Me aburren tanto los amoríos (sobre todo Sookie) como me divierten las situaciones rocambolescas que se van formando con las criaturas que pululan por Bon Temps . Esta serie es así. A veces genial, a veces todo lo contrario.

La pausada genialidad de Breaking Bad

El silencio más desolador nos envuelve mientras caminamos por el desértico paisaje fronterizo, enfundados en el ya legendario sombrero negro, vistiéndonos con la piel de Heisenberg. No hay nada más. Nuestros pasos a duras penas se escuchan, engullidos por el vacío. No hay futuro más allá del siguiente paso. Es avanzar o morir . Una vez tomamos este camino, una vez tomada esa decisión que lo cambia todo, ya no hay vuelta atrás. Es una huída hacia delante. Así es Breaking Bad. Cuatro temporadas han pasado desde que conocimos a Walter White. Ese hombre ya no existe . De forma magistral se nos ha ido mostrando su evolución. Las pequeñas decisiones. Y las grandes. Cada paso. No hay precipitación alguna. No hay trampas. Así, minutos después de ver la quinta entrega de esta cuarta temporada, recién llegado de las vacaciones, cansado, tengo que sentarme un momento y alabar como merece esta joya que tenemos el privilegio de disfrutar.

Fugaz Luther

Antes de que lo viéramos llegar, ya se había marchado. Más que una temporada, fue una sombra. Eso es la segunda entrega de Luther, una de las series más esperadas del verano. Un suspiro. Temporadas cortas y de gran calidad. Es el sello de las producciones británicas recientes. Misfits, Downton Abbey, Sherlock serían algunos de los ejemplos más conocidos. Luther es otro. Y no me atreveré a quejarme, al contrario. Disfruté muchísimo, sobre todo con las dos primeras. Y esta serie de la BBC me atrapó desde sus primeros capítulos. Tener a un Idris Elba en estado de gracia también ayudó, no lo negaré. Pero sus guiones eran robustos, y lo más importante, atrevidos. El final de la temporada me encantó, y esperaba su vuelta con grandísimo interés. Ahora, después de ver los 4 capítulos que componen la segunda temporada, llega el momento de valorar. Ya en frío, pasadas un par de semanas desde que vi el final. ¿Ha valido la pena esperar un año para lo que nos han ofrecido? ¿Han mantenido el nivel?

La caída al abismo de Damages

Cuando hablé de las series del verano, creo que no dejé claro hasta qué punto esperaba con ganas la vuelta de Patty Hewes. Eclipsada por el estelar regreso de Breaking Bad (de la que necesito más capítulos antes de pronunciarme), cancelada en su momento y resucitada por la cadena DirectTV (que ya hizo algo similar con Friday Night Lights), la cuarta temporada de Damages constituía para mí un absoluto misterio, y eso me encanta . En las anteriores entregas, los personajes se mostraron en todo su esplendor, se enfrentaron, maduraron y cerraron la trama con una escena que perfectamente podía ser el final de la serie. Pero cualquiera que haya visto la sublime primera temporada entenderá por qué le daría una y otra oportunidad a Damages. Y eso hice. Además, los nuevos fichajes no podían ilusionarme más. John Goodman, después de su aparición estelar en Treme, me tenía ganado. Dylan Baker (al fondo en la foto) es otro secundario de garantías. Y a la izquierda, para los más seriéfilos, tenemo